Tertulia en Directo el 24 de junio a las 18 h. (hora española)

La gobernanza económica tras la crisis del coronavirus constituye una oportunidad histórica para crear una sociedad más justa y resiliente mediante la glocalización.*

Intervienen en la tertulia online:

 

Alfredo García-Plata es el Alcalde de Torrelodones, donde se está  implementando un plan de reactivación económica  y se ha creado un Laboratorio de aprendizaje colectivo sobre gobernanza económica.

 

 

Augusto López Claros además de haber tenido responsabilidades de alto nivel en el Banco Mundial y de dar clase en Georgetown, es Executive Director del Global Governance Forum, y candidato (postulado por Bolivia) a la presidencia del Banco Iberoamericano de Desarrollo.

 

 

Sergio García. Sociólogo, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales Avanzadas (I-Communitas) de la UPNA y co-fundador del Instituto para el Conocimiento, la Gobernanza y el Desarollo globales (ICGD)

 

 

Andrés Shoai, periodista, profesor de San Pablo CEU, socio de la agencia de comunicación Kreab, es autor del informe La gobernanza como reto colaborativo presentado a los jefes de estado y de gobierno que se reunirán en la próxima Cumbre Iberoamericana. Moderador.

 

* “El desafío que ha supuesto la provisión de algunos bienes básicos como las mascarillas y el material sanitario durante la gestión del coronavirus, ha resultado en un cuestionamiento de las bases de la globalización económica por parte de algunos sectores. Así, se ha vaticinado el fin de la globalización como se entendía hasta ahora, donde la localización del diseño, la producción, el procesamiento y la comercialización de productos se determinaba, principalmente, por una relación entre capacidades de ejecución y precios. Esta dinámica había hecho que, bajo la premisa de que cualquier producto puede llegar a cualquier parte del mundo en menos de 24 horas, la producción mundial se concentrara en dos o tres países.

Pensar que un proceso que lleva gestándose siglos, pero que en las últimas décadas se ha acelerado vertiginosamente como resultado de los avances en las tecnologías del transporte y la comunicación, no parece viable ni realista. El impacto de la COVID-19, no obstante, puede convertirse en un espejo que, mediante la reflexividad, ayuda a refinar los problemas inherentes a la gestión de la globalización que el premio nobel Stiglitz difundió en su obra actualizada recientemente El malestar de la globalización.

Un enfoque que surgió entre los comerciantes de Japón, que Robertson acuñó y que el teórico del riesgo, Ulrich Beck, popularizó es el de lo glocal. La mundialización de la perspectiva y de las posibilidades de acción que implica la primera parte del concepto, glo-cal, difícilmente se puede retrotraer, ya que la sociedad parece haber atravesado un punto de no retorno; las tecnologías que lo han posibilitado, o al menos intensificado, siguen ahí, a pesar del coronavirus. Además, la gestión de problemas globales como este, requiere acción y coordinación global. Empero, esta crisis ha puesto de manifiesto un hecho minusvalorado antes de ella: las comunidades política, económica y socialmente más cercanas a la autosuficiencia, son más resilientes. La revitalización de lo local para evitar la dependencia de lo «exterior», ya sea en forma de suministros, de energía, de conocimiento, de infraestructuras o de socialización, parece fundamental para responder ante futuros impactos y recuperarse. Paradójicamente, este proceso no se puede dar mediante el aislamiento, la reclusión y el cierre, sino a través de la apertura, la amplitud de visión y la integración en unidades sociales mayores. Glocalizar la vida social, por tanto, puede convertirse en una meta colectiva que insufle dinamismo y vitalidad y dote de sentido de misión colectiva a pueblos, ciudades y países.”

Sergio García

 

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